* * *LOS PELIGROS DEL POTENCIADOR DE SABOR MÁS USADO: EL GLUTAMATO
MONOSÓDICO (E-621)*
http://www.ivoox.com/los-peligros-del-potenciador-sabor-audios-mp3_rf_8502550_1.html
*Ha llegado el momento de que también la industria alimentaria haga
frente a sus responsabilidades al igual que las industrias tabaqueras,
farmacéuticas, eléctricas y de telefonía. Y vamos a empezar denunciando
el uso y abuso de un “potenciador del sabor” como el glutamato
monosódico (E-621), presente en casi todas las bolsas de “guarrerías”
que encantan a nuestros niños. Porque según Jesús Fernández-Tresguerres,
catedrático de **Fisiología de la Facultad de Medicina de**la
Universidad Complutense de Madrid, lo que hace es despertar un hambre
ansiosa hasta el punto de que incrementa la voracidad en un 40% (al
menos así ocurre en las ratas estudiadas en laboratorio) al impedir el
buen funcionamiento de los mecanismos inhibidores del apetito. De ahí
que se conozca ya como la /nicotina de los alimentos.*
Afirmar que “el tabaco mata” y consentir su distribución y venta es un
sinsentido que debería impedir dormir a alguien con un mínimo, si no de
conciencia sí de coherencia. Y mucho más aún lo es enriquecerse con el
dinero de los impuestos obtenidos por su venta.
Afirmar que los nuevos transformadores de electricidad y torres de alta
tensión deben situarse a cierta distancia de las viviendas y construirse
blindados por el peligro que suponen para la salud pero consentir que
los antiguos -mucho peor protegidos- sigan irradiando a los vecinos de
su entorno es otro sinsentido dramático y vergonzoso sólo justificable
por el miedo de nuestros políticos a enfrentarse con los poderes
económicos que compran acciones y voluntades aquí y allá.
Pero no son los únicos sinsentidos contra la salud permitidos por
nuestra Administración. Ahí está su comportamiento tolerante hasta la
sinrazón con las antenas de telefonía, los centros de transformación y
las torres de alta tensión o su apoyo a la industria en el caso de la
fabricación y uso de productos químicos tóxicos incontrolados (vea lo
publicado sobre todo ello en /www.dsalud.com/). Y ahora, por si nos
parecían pocos sus desvelos para protegernos, resulta que el Ministerio
de Sanidad y Consumo ha decidido alertarnos sobre la epidemia de
obesidad que nos asola. Sólo que lo hace tras permitir la
comercialización de productos infectados de grasas saturadas y aditivos
sintéticos e ignorando los avisos de alarma procedentes de
investigadores independientes sobre los efectos de los mismos. Entre
ellos la advertencia que sobre la propagación de la obesidad tiene un
aditivo alimentario: el E-621 o glutamato monosódico (la sal sódica
del aminoácido glutamato o ácido glutámico).
El E-621 está clasificado por la Unión Europea como aditivo
alimentario. Generalmente se agrega a alimentos salados preparados y
procesados como productos congelados, mezclas de especias, sopas
envasadas, aliños para ensaladas, productos a base de carne o pescado y,
sobre todo, a una gran cantidad de aperitivos salados presentados en
bolsas que son consumidas masivamente por adultos pero sobre todo por
los niños: patatas fritas, ganchitos, quicos, etc. En el envase suele
figurar que el producto contiene E-621 pero no la cantidad exacta
porque no existe ninguna regulación al respecto. En algunos países
incluso se utiliza como condimento de mesa.
El glutamato monosódico es, sencillamente, un “potenciador del sabor”,
una sustancia que se ingiere cuyo único objetivo aparente es facilitar
un mayor consumo del producto al que se añade. Y sólo por eso, en las
actuales circunstancias, debería ser ya cuestionable su utilización
porque, ¿si los alimentos supieran a lo que tienen que saber seguiríamos
devorándolos hasta la obesidad?
Justificar a estas alturas su presencia aduciendo que cuenta con los
correspondientes permisos de los organismos reguladores no significa
nada para quien conoce -aunque sea de forma mínima- las estrategias de
las industrias en defensa de sus intereses: relaciones privilegiadas con
los organismos reguladores, centros de investigación propios, estudios
externos patrocinados, investigadores contratados, medios financiados a
través de la publicidad, grupos de presión política... Todo ello
encaminado a la siembra permanente de dudas sobre el alcance final de
los efectos sobre la salud a fin de mantener su actividad. Así es como
hemos llegado a convivir con ciertos fármacos, con el tabaco, con los
móviles, con las antenas de telefonía, con los transformadores, con las
torres de alta tensión y con tanto producto químico incontrolado de
evidente impacto sobre la salud.
Y en el mejor de los casos, suponiendo que en el momento de su
aprobación nada se supiera sobre el posible impacto sobre la salud del
E-621, seguir con los ojos cerrados ante lo que la investigación
independiente nos desvela día a día no sólo es una irresponsabilidad
administrativa sino una negligencia sanitaria.
Resulta esclarecedor escuchar a *Jesús Fernández Tresguerres*,
catedrático de Fisiología en la Facultad de Medicina de la Universidad
Complutense de Madrid, investigador español de prestigio internacional
con una amplia labor en Endocrinología y miembro numerario de la Real
Academia Nacional de Medicina -sillón de Endocrinología experimental–
decir con tono frustrado mientras recuerda sus intentos por ser
escuchado: “He presentado mis resultados a algunas autoridades
sanitarias españolas y no me han hecho ni caso. Les ha entrado por un
oído y les ha salido por otro”. Una actitud que probablemente se debe a
que sus resultados apuntan directamente a la restricción en el uso del
E-621. “Con la pasividad mostrada ante los resultados obtenidos por
la Ciencia –nos diría- se está contribuyendo de manera muy evidente a
la epidemia que tenemos de obesidad y, sobre todo, de obesidad infantil”.
Ya en un estudio efectuado el año 2003 que hizo junto al investigador
alemán *Michael Hermanussen* titulado La ingesta de altas dosis de
glutamato causa obesidad -publicado en Journal of Pediatric
Endocrinology- se afirmaba: “La obesidad mundial ha subido a niveles
alarmantes. El peso medio de los alemanes aumenta ahora casi 400 g/año.
Datos similares se obtuvieron en Austria, Noruega y Reino Unido. El
predominio creciente de obesidad coincide con una popularidad creciente
de dietas ricas en proteínas. Los niños comen unas tres veces más
proteínas de las recomendadas; y los bebés de entre 6 y 12 meses reciben
diariamente 5 gramos por kilo de peso en proteínas. Nuestra hipótesis es
que no son las proteínas sino el /glutamato monosódico/el que determina
la propensión a la obesidad ”.
Sus estudios posteriores no han hecho sino afianzarle en esa convicción.
Este mismo año ha publicado un nuevo trabajo -junto a otros
investigadores- en European Journal of Nutrition titulado Obesidad,
voracidad y poca estatura: el impacto del glutamato en la regulación del
apetito. Y en él las cosas se pueden decir más altas pero no más
claras: “El estudio presente demuestra por primera vez que una
sustancia nutricional ampliamente usada -el potenciador del sabor
glutamato monosódico,a concentraciones sólo ligeramente superiores a
las encontradas en la comida humana cotidiana, exhibe un potencial
significativo para dañar la regulación hipotalámica del apetito y por
ello determina a nivel mundial la propensión a la obesidad. Sugerimos
revisar las concesiones diarias recomendadas de aminoácidos y proteínas
nutricionales, abstenerse de las populares dietas ricas en proteínas y,
particularmente, de agregar /glutamato monosódico” Pues bien, “ni
caso”. Y otras líneas de investigación apuntan incluso a que el
glutamato pudiera estar relacionado con algunos problemas
neurodegenerativos.
En lugar de aplicar el más elemental principio de precaución sobre un
producto que es _absolutamente innecesario_ añadir a los alimentos
preparados el Gobierno -una vez más- prefiere perderse en los grandes
titulares de prensa de las campañas antiobesidad. El doctor
Fernández-Tresguerres nos recibiría amablemente en su despacho de la
Facultad de Medicina para conversar de ello.
*EL IMPACTO DEL /GLUTAMATO MONOSÓDICO/ EN LA OBESIDAD*
*-Doctor, ¿no le parece contradictorio que la ministra de Sanidad y
Consumo hable de epidemia de obesidad y al tiempo permanezca inane ante
el uso de un potenciador del sabor como el glutamato monosódico (E-621)
que lo que realmente hace, según usted, es generar ansia por comer más?*
-Es evidente que ambas cosas están estrechamente relacionadas. Y creo
que tanto a nivel oficial como privado hay una clara falta de
concienciación sobre la gravedad implícita de tal relación. Hasta hace
muy poco se nos ha estado diciendo que la “epidemia” de obesidad se
debía a que en los últimos años comemos más y nos movemos menos
estableciéndose así la discusión sólo en torno a ello. Sin embargo los
resultados demuestran que hay otros elementos necesariamente
involucrados en el proceso a los que no se les ha concedido importancia
hasta hoy. No es solamente que los alimentos sean cada vez más
accesibles o que a través del marketing caigamos en consumos compulsivos
de determinados alimentos sino que contamos ya con datos objetivos que
muestran la existencia en nuestra alimentación de productos que inducen
a incrementar su consumo.
En este sentido nosotros nos hemos centrado en la investigación sobre el
impacto que puede tener en la epidemia de obesidad un aditivo
alimentario utilizado para potenciar los sabores: el glutamato
monosódico, también conocido como E-621. Y nuestros datos
experimentales demuestran que la administración de /glutamato
monosódico es capaz de incrementar ¡hasta en un 40%! la cantidad de
alimento que comen las ratas en el laboratorio.
*-Pero el glutamato monosódico cuenta con todos las autorizaciones
administrativas necesarias...*
-Así es. Y también podrá argumentarse que las ratas no son iguales que
los hombres. Sin embargo, además del hecho constatado de que es siempre
en este tipo de animales donde los investigadores probamos inicialmente
patologías y soluciones el problema está en que es un aditivo
alimentario tan perfectamente blindado por todos los organismos
internacionales que ni siquiera hay establecidos límites a su uso. No
está establecido cuál es el máximo que se puede añadir a las comidas y
las cantidades utilizadas ni siquiera aparecen en los envases. En las
patatas fritas de sabores encontramos hasta cuatro y cinco gramos por
kilo. Y en las salchichas hasta seis gramos por kilo. No es de extrañar
pues que en los últimos años se haya producido una explosión en la
producción mundial de glutamato monosódico. De las 200.000 toneladas
de E-621/que se producían en el mundo en 1970 se ha pasado al millón y
medio de toneladas en el 2004. La cantidad se ha multiplicado por siete.
Lo que significa que cada vez se está utilizando más. Y
significativamente, de manera masiva, en el Primer Mundo que es donde
sufrimos el azote de la obesidad. Yo mismo he sido testigo de cómo en
algunos restaurantes en lugar de utilizar sal se utiliza un bote de
glutamato monosódico/ para sazonar prácticamente todos los platos.
Hablamos pues de un aditivo alimentario cuya producción y uso se está
incrementado sin restricción alguna -ni siquiera en el entorno infantil
o juvenil- a pesar de que según nuestros datos al administrarse a ratas
recién nacidas –bien es cierto que en dosis muy altas– no sólo se
constatan cambios en su comportamiento alimenticio sino que se producen
lesiones en el cerebro. Porque el /glutamato monosódico además de ser
un saborizante –está considerado el quinto elemento del sabor junto al
salado, el dulce, el agrio y el amargo habiendo sido bautizado como
umami- es un neurotransmisor muy potente. No digo por tanto que haya
que suprimirlo pero sí afirmo que su presencia en exceso provoca que las
neuronas se activen de tal manera que pueden llegar a destruirse bajo un
fenómeno conocido como excitotoxicidad, que causa destrucciones
observables en una zona del cerebro, el núcleo arcuato, donde se
producen una serie de hormonas que entre otras cosas tienen como misión
controlar el apetito -unas lo estimulan y otras lo inhiben- y que a su
vez están influenciadas por otros elementos periféricos como, por
ejemplo, señales procedentes de los depósitos de grasa. Antes se
consideraba que la grasa era sólo un depósito sin apenas actividad pero
ahora sabemos que la célula adiposa segrega numerosas hormonas, como la
leptina, de gran importancia en el control del apetito. Bueno, pues
todo ese proceso de regulación del apetito se ve influenciado de alguna
forma por la administración de glutamato monosódico.
En suma, no voy a decir que la cantidad de glutamato monosódico que
hoy estamos consumiendo provoque destrucciones neuronales pero sí afirmo
que provoca cambios en la conducta alimenticia muy evidentes. Y hemos
constatado también que esa voracidad inducida está mediada por cambios
en las hormonas que controlan precisamente el apetito. Y todo eso ocurre
a través de una sustancia calificada como ¡inocua! por todos los
organismos oficiales y de la que se afirma que no causa ningún problema.
*-Sin embargo usted sostiene que puede llegar a producir daños en el
cerebro.*
-Cuando yo administro a ratas neonatalmente dosis elevadas de glutamato
monosódico el núcleo arcuato del hipotálamo cerebral queda totalmente
destruido. Lógicamente esta sustancia no se vende para inyectársela a un
niño recién nacido pero también cuando se lo damos por vía oral a la
madre en estado de gestación y a las crías cuando empiezan a comer por
su cuenta se producen alteraciones en el núcleo arcuato. E insisto: no
es ésta una situación que podamos extrapolar tal cual a los seres
humanos pero lo que a mi parecer sí es una situación perfectamente
extrapolable es lo que pasa cuando estudio el impacto del glutamato
monosódico en animales adultos. Si les doy pienso normal consumen 5,8
gramos por día; sin embargo, si añado glutamato monosódico pasan a
consumir 8 gramos al día. Es decir, cerca de un 40% más. Luego con
independencia de que genere o no lesiones a nivel cerebral hay un
incremento de la conducta alimenticia en todos los grupos utilizados.
Siempre que se da glutamato monosódico a los animales éstos comen más.
Y, por tanto, tienen tendencia a engordar también más.
*-En este momento, con los resultados de sus investigaciones y de otras
en la misma línea a nivel internacional, ¿no sería necesario realizar
estudios más amplios, ya con seres humanos?*
-Claro que sí. Me gustaría hacer ese tipo de estudios pero los ensayos
clínicos son muy caros. No se puede hacer un ensayo si no hay un
patrocinador del nivel de un laboratorio farmacéutico. Y no creo que la
industria alimentaria vaya a apoyar un estudio de estas características.
De ninguna manera. La industria alimentaria es de las más potentes pero
al haber tenido que reducir costes y beneficios se ve obligada a vender
cada vez más para ganar dinero y eso significa que alguien tiene que
comer cada vez más.
*EL PELIGRO DE LAS DIETAS RICAS EN PROTEÍNAS Y GLUTAMATO MONOSÓDICO*
*-Y, sin embargo, los chinos han sido tradicionalmente un pueblo sin
problemas de obesidad a pesar de que su consumo de glutamato
monosódico fue siempre alto. Es más, cuando empezaron hace poco a
cambiar sus hábitos alimenticios fue cuando empezaron también a tener
problemas de sobrepeso. ¿No parece contradictorio?*
-Déjeme explicar a sus lectores cuál es la razón de que ambas cosas seas
ciertas: que el glutamato monosódico/ aumente el ansia por comer
alterando una determinada zona cerebral y que los chinos no engorden al
mismo ritmo que en Occidente a pesar de su consumo. Una de las cosas que
le ha ocurrido a la dieta del Primer Mundo es que además de ser
hipercalórica se ha vuelto hiperproteica. Cada vez consumimos más
proteínas animales y el glutamato monosódico está hoy presente en
muchos derivados lácteos. En porcentajes de hasta un 20%. En
consecuencia, a la dieta hiperproteica -que ya de por sí nos induce a
incrementar nuestro consumo de comida a través del glutamato presente
en la misma- le estamos añadiendo el glutamato monosódico como
aditivo. Bueno, pues la clave está en que los chinos han consumido
tradicionalmente una comida con muy pocas proteínas animales con lo cual
el consumo de glutamato les afecta mucho menos al no producirse el
efecto acumulativo con el glutamato monosódico constituyente natural
de las proteínas ingeridas que se consumen masivamente en nuestra
civilización occidental.
*-Es muy significativo cómo al mismo tiempo que aumenta nuestra
tendencia a la obesidad los focos de la ciencia se centren más en el
exceso de proteínas animales como factor responsable no sólo de la
obesidad y diversas patologías sino también del envejecimiento.*
-Pienso que estamos en un momento importantísimo desde el punto de vista
de la alimentación. Desde hace 50 años o más se sabe que lo único que
sobre todo mejora espectacularmente las expectativas de supervivencia en
los animales es la restricción alimenticia. Es decir, si yo a las ratas
en vez de alimentarlas ad libitum lo que ellas quieran comer les
restrinjo un 30 o un 40% su cantidad de alimentos a diario manteniendo
un aporte de nutrientes suficiente para que no exista un problema de
vitaminas o minerales viven mucho más. Y los mismos resultados se están
obteniendo desde hace 15 o 20 años con monos; también se ha observado
que los que comen menos tienen mucha más vitalidad, están más jóvenes y
es mejor su presencia física que los que comen más. Debo decir que en
los últimos años un grupo de investigación de la Facultad de Biológicas
de esta misma universidad ha estado trabajando sobre el tema
preguntándose sobre el elemento responsable de que una restricción del
30 o el 40% permita a los animales vivir más y mejor. También han
investigado lo que ocurre cuando en lugar de restringir las calorías se
restringen los hidratos de carbono y las grasas. Y ninguna de estas dos
restricciones tiene efecto alguno sobre la vitalidad o la supervivencia.
Sin embargo la restricción de proteínas sí tiene ese efecto. Es decir,
lo mismo que se consigue reduciendo la cantidad global de alimentos se
consigue reduciendo sólo la cantidad de proteínas. Y aún han llegado más
lejos. No han investigado todos los aminoácidos pero sí algunos y han
encontrado que uno, concretamente la metionina, es fundamental. Cuando
se disminuye la cantidad de metionina ingerida por los animales éstos
viven mejor y más tiempo. No sólo el animal está más delgado sino que se
mantiene más joven durante mayor tiempo.
Si restringimos pues la metionina -y alimentos pobres en metionina
son los garbanzos, las judías y toda esa serie de alimentos que antes se
ingerían con mayor abundancia que ahora- conseguimos el mismo efecto que
con una restricción del 30 o el 40% de calorías. Ni la restricción de
hidratos de carbono, ni la de grasas – en lo que se nos insiste
permanentemente- es tan importante como la restricción proteica. Estamos
teniendo una alimentación excesivamente rica en proteínas que además
sobrecargamos con aditivos como el E-621.
*-Sin embargo dietas como la del doctor Robert Atkins ponen el énfasis
en el consumo preferente de proteínas y la eliminación de los hidratos
de carbono refinados como fórmula para adelgazar.*
-Cierto, pero yo estoy hablando de una dieta _completa_ con exceso de
proteínas, no de una restringida. No es lo mismo una dieta completa que
una sin hidratos de carbono donde todas las calorías se obtienen de las
proteínas y grasas. Este último es el caso de los esquimales.
Tradicionalmente no ingerían hidratos de carbono alimentándose sólo de
la carne y grasa de focas y ballenas... y estaban sanos. ¿Por qué? Pues
porque el organismo puede transformar las grasas y proteínas en los
azúcares simples que necesitamos, especialmente en la glucosa que
alimenta al cerebro. Pero claro, si a esos esquimales se les proporciona
pan –o cualquier otro hidrato de carbono refinado- engordan a enorme
velocidad. De hecho en este momento todos los pueblos esquimales que
tienen estrecho contacto con el Primer Mundo sufren un problema de
obesidad mucho más grave del que hay en España. Y ello se debe a que a
su alimentación tradicional se le añadieron los hidratos de carbono.
Mire, los problemas de alimentación son bastante difíciles de manejar.
No es algo tan obvio como afirmar que para estar menos gordo hay que
comer menos. Eso vale y funciona a veces pero no se trata sólo de eso.
Es muy importante la proporción de los principios inmediatos. Y la
proporción de proteínas en nuestra alimentación en estos momentos es
excesiva. Creo que en la dieta diaria de cada persona hemos más que
duplicado nuestro aporte proteico en los últimos 50 años. Piense que
hace 40 o 50 años se tomaba carne un día a la semana y ahora se consume
a diario en muchos casos y en cantidades significativas, en la comida y
en la cena.
La variación con el tiempo de una serie de hábitos alimenticios y la
disponibilidad de una serie de alimentos que hace sólo 40 ó 50 años eran
escasos para la gran mayoría de la población ha hecho cambiar el
fenotipo de las personas. Piense en lo que pasa con la sal. Hay que
recordar que la palabra salario viene de “pagar en sal” precisamente por
el valor que por su escasez tenía en la antigüedad y, aún todavía, en
algunos lugares de África. Allí han sobrevivido sólo aquellos capaces de
"ahorrar sal". Pues bien, cuando la sal deja de ser un elemento escaso y
todo el mundo tiene acceso a ella es cuando aparece una nueva patología
generalizada por el excesivo consumo: la hipertensión. Cuando los
ahorradores de sal acceden de repente sin restricciones a ella tienen
graves problemas. Y en casos graves, les produce la muerte.
Bueno, pues con los aditivos alimentarios estamos dando un paso más en
la misma dirección. Estamos modificando con según qué aditivos la
proporción de elementos que entran a formar parte de nuestra
alimentación diaria. Sobre todo con el glutamato monosódico que es
probablemente, junto con la metionina de la que hablamos antes, uno de
los elementos que juegan un papel más importante en el control de la
alimentación además de ser un potentísimo neurotransmisor. Parte de lo
que ingerimos llega al cerebro para actuar como neurotransmisores pero
debemos entender que un exceso de los mismos puede generar también
cambios en nuestro comportamiento.
Hay que tomar conciencia clara de que la alimentación actual no es
adecuada. Añadir aditivos que van en la misma mala dirección que el
exceso proteico está contribuyendo de forma evidente a la epidemia de
obesidad que nos invade.
*LOS NIÑOS, LOS MÁS AFECTADOS*
*-En 1968 un médico chino, el Dr. Robert Ho Man Kwok, escribió una carta
al editor de The New England Journal of Medicine para pedir ayuda y
poder determinar porqué él y sus amigos sufrieron entumecimiento,
debilidad y palpitaciones después de cenar en restaurantes chinos en los
Estados Unidos. La carta se publicó bajo el título El Síndrome del
Restaurante Chino. Las contestaciones publicadas indicaron que el
problema de Man Kwok fue una reacción al glutamato monosódico.
¿Existen estudios que lo relacionan no ya con la obesidad sino con
trastornos neurológicos?*
-Sí, el glutamatomonosódico se ha asociado con “el síndrome del
restaurante chino”. Al parecer personas con una especial sensibilidad al
glutamato monosódico/ pueden desarrollar diversos síntomas como dolores
de cabeza, enrojecimiento, sudoración, inflamación facial, dolor
torácico y algún otro pero por razones que desconozco todo esto está
pendiente de estudiar. Yo no he podido hacerlo porque carezco de los
medios pero sí he podido constatar que utilizando una sustancia que
interfiere con el proceso de neurotransmisión del glutamato
monosódico a nivel cerebral inmediatamente disminuye el apetito. He
trabajado durante un año con un equipo de investigadores dirigido en
Alemania por Michael Hermanussen -profesor de Pediatría de la
Universidad de Kiel- y allí se me permitió emplear un producto como la
memantina –un medicamento que bloquea los receptores NMDA
(N-metil-D-aspartato) para el glutamato, regulando así la entrada de
calcio en las neuronas y protegiéndolas de la degeneración- en una
prueba terapéutica con un número limitado de pacientes. Administramos el
producto -en forma de gotas o pastillas- a 14 personas obesas y ya a
partir de las primeras dosis los propios pacientes confesaban que no
sentían esa terrible hambre ansiosa que tanto temen. En menos de dos
meses todos perdieron alrededor de un 10% de su peso ¡sin modificar la
dieta! Simplemente comieron menos porque tuvieron menos hambre.
No sólo hemos demostrado pues que en animales la ingesta de glutamato
monosódico incrementa el apetito sino que, en la misma línea de
investigación, estamos comprobando que la memantina pone en marcha una
cascada de procesos que acaban por producir una reducción de la ingesta
alimentaria. Ciertamente el estudio no cumple con la totalidad de los
requisitos exigidos para ser considerado un ensayo clínico pero apuntan
a la importancia del mecanismo del glutamato monosódico en la obesidad.
*-Desde luego no deja de ser incomprensible que al mismo tiempo que
desde el Ministerio de Sanidad y Consumo se expresa preocupación por el
aumento de obesidad infantil se esté obviando que casi todos los
productos que con más ansiedad o placer consumen nuestros niños y
adolescentes incluyan glutamato monosódico (E-621). ¿Hasta qué punto
es una irresponsabilidad por parte de la administración seguir sin hacer
nada?*
-Comparto su reflexión y preocupación. Tal es, de hecho, mi intención al
plantear públicamente este asunto. Y he esperado además para hacerlo a
tener los datos experimentales que demuestran los efectos que estamos
comentando. Sin embargo los he presentado a diversas autoridades
sanitarias españolas y no me han hecho ni caso. Les ha entrado por un
oído y les ha salido por otro. Los políticos reaccionan ante
determinadas cosas sólo si hay una reacción continuada de los medios de
comunicación o se produce un número importante de muertos como ocurre
con determinados cruces donde no se instala el semáforo a pesar de que
los vecinos de la zona lo lleven exigiendo mucho tiempo. Hasta que no se
acumulan las víctimas o se produce una tragedia que atrae vivamente a
los medios no mueven un dedo.
En esta cuestión yo no me planteo que se vayan a producir desgracias en
sentido estricto, es decir, que mucha gente vaya a morir de forma
inmediata pero con la pasividad mostrada ante los resultados obtenidos
por la Ciencia se está contribuyendo de forma obvia a la actual epidemia
de obesidad, sobre todo entre los niños. Los padres deberían saber que
una simple bolsita de quicos o de snacks puede llegar a contener
¡hasta seis gramos de glutamato monosódico por kilo! La verdad es que
la mayor parte de los aperitivos de ese tipo llevan cantidades ingentes
de glutamato monosódico. Y, por tanto, están contribuyendo a que los
chavales coman mucho más de lo que necesitan y engorden.
*-En Estados Unidos los representantes de la corriente más crítica sobre
el glutamato monosódico/ lo definen como “la nicotina de los
alimentos”. ¿Comparte esa definición?*
- No es sólo la nicotina de los alimentos. En el tabaco la nicotina
genera dependencia pero también otros aditivos que los fabricantes
añaden impunemente para reforzar la adicción. Pues el glutamato
monosódico por sí mismo no sólo genera una cierta dependencia al
generar un sabor agradable que invita a comer más sino que además
conduce a una ingesta mayor por la afectación de mecanismos neurológicos.
*-¿Son conscientes los médicos de la importancia del
glutamato**monosódico**?*
-No. Cada vez que se desarrolla una nueva teoría para explicar algo
habitual hay que romper la inercia en la que normalmente se instalan los
médicos. Incluso aunque los datos sean evidentes las nuevas evidencias
tardan tiempo en establecerse. No es que se nieguen abiertamente a las
nuevas conclusiones sino que les cuesta ir admitiendo datos adicionales.
Debemos pues seguir trabajando para que lo asuman ya que estamos ante un
problema de salud pública. Porque no es que el exceso de peso modifique
mi fenotipo y me haga menos atractivo y menos ágil, es que además voy a
vivir menos y voy a padecer una serie de problemas de salud adicionales
que podría evitar. Es un problema médico real. Hoy ya se sabe que la
obesidad es la antesala de la diabetes tipo 2, del incremento de riesgo
cardiovascular y de otras muchas dolencias además de acelerar nuestro
envejecimiento. ¿No merece por tanto la pena trabajar en ello si sirve
para atajar el problema de la obesidad, sobre todo entre los jóvenes?
Con la pregunta dirigida en voz alta a quien corresponda abandonamos el
despacho del doctor Fernández Tresguerres. Por nuestra parte sólo cabe
recordar que otros investigadores, como el doctor *Russell L. Blaylock,
*neurocirujano en el Jackson Hospital (Mississippi, EEUU) y miembro
del Consejo Editorial del Medical Sentinel, consideran que los daños
del E-621 pueden llegar aún más lejos. En un artículo suyo titulado
Excitotoxinas aditivas en la comida y desórdenes degenerativos
cerebrales éste comienza el texto afirmando: “Hay un número creciente
de médicos y científicos de base que están convencidos de que un grupo
de compuestos llamados excitotoxinas/juegan un papel crítico en el
desarrollo de varios desórdenes neurológicos, incluidas migrañas,
infecciones, desarrollo neural anormal, ciertos desórdenes endocrinos,
desórdenes neuropsiquiátricos, desorden en el aprendizaje infantil,
demencia por SIDA, violencia episódica, encefalopatía hepática, algunos
tipos específicos de obesidad y, sobre todo, enfermedades
neurodegenerativas como la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), la
enfermedad de Parkinson, la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de
Huntington, y degeneración olivopontocerebral. Durante la última década
ha aparecido una gran cantidad de evidencia clínica y experimental que
apoya esta premisa básica. Todavía hoy la FDA se niega a dar a conocer
al público el peligro a corto y largo plazo causado por la práctica de
permitir agregar aditivos excitotóxicos a la comida como el glutamato
monosódico, la /proteína vegetal hidrolizada y el aspartamo”.
Añadiremos que a día de hoy existen más de 200 referencias científicas
que relacionan el glutamato monosódico con una larga lista de
problemas de salud además de con la obesidad. Entre ellas destacan
libros como In Bad Taste: The MSG Symptom Complex del médico y
toxicólogo *George Schwartz*, Excitotoxins: The Taste that Kills del
anteriormente citado doctor Russell Blaylock y Battling the MSG Myth
de *Debby Anglesey*. En cuanto a las webs de especial interés cabe citar
/www.msgmyth.com/,
/www.msgtruth.org/,
/www.truthinlabeling.org/
y
/www.nomsg.com/.
No está de más recordar, llegados a este punto, que en el portal de la
propia Agencia Española de Seguridad Alimentaria puede leerse -en el
apartado de Preguntas frecuentes- lo siguiente: “El Código
Alimentario Español sólo contempla la utilización de aditivos, entre
otras razones si: a) Existe una necesidad manifiesta y representa una
mejora evidente sobre las condiciones de los alimentos. b) Se ha
comprobado experimentalmente que su uso está exento de peligro para el
consumidor (…)”. Bien, pues es obvio que en el caso del E-621 lo
primero es más que discutible; y sobre lo segundo existen dudas más que
razonables. Además el texto añade: “Se prohíbe la utilización de
aditivos siempre que exista la posibilidad de lograr los mismos efectos
por otros métodos, si puede provocar engaño al consumidor por enmascarar
la verdadera calidad del alimento, si disminuye el valor nutritivo de
los alimentos, *o si los alimentos a los que se agregan pueden ser una
parte importante de la ración de grupos vulnerables (lactantes,
niños)*” (la negrita es nuestra).
¿Puede pues explicarnos la ministra de Sanidad y Consumo, *Elena
Salgado*, por qué sus inspectores no retiran del mercado los productos
que contienen este “potenciador del sabor” ya que no hay necesidad
manifiesta de él, no ha demostrado jamás que mejore la calidad de
ningún alimento, puede perjudicar a quienes lo consumen en exceso (muy
especialmente a los niños) y además hay sustancias naturales e inocuas
que pueden hacer ese papel?
Por supuesto no esperamos su respuesta. No creemos que tenga ninguna.
Eso sí, seguro que seguirá haciendo campaña antiobesidad.
*Antonio F. Muro*